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Monseñor Stanovnik llamó a vivir la Navidad cerca de Dios y de los que más sufren

El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, compartió sus reflexiones en vísperas de una nueva celebración de la Navidad. En su mensaje, deseó que la Navidad de este año nos lleve en dos direcciones: la primera, hacia Dios que se hizo pequeño, cercano, tierno y paciente con nosotros; y la segunda, hacia los que más sufren.

El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, se dirigió a los fieles con algunas reflexiones alusivas a la Navidad.

 

“El misterio de la Navidad, que nos recuerda el nacimiento del Hijo de Dios, tiene algo de renuncia, de abandono, de muerte, y de vida plena y gozosa al mismo tiempo. Por eso, la Navidad y la Pascua, están íntimamente emparentadas en el paso de la muerte a la vida. El secreto está en descubrir que Dios hizo y continúa haciendo ese camino con nosotros, aun cuando no le correspondamos como él se merece”, señaló el prelado en el inicio de su reflexión.

 

“Pero para el que descubre la cercanía amorosa de Dios, y se anima a morir y a renacer con él, se libera de todas las angustias y tristezas, y se abre a la alegría y a la paz, sin las cuales es imposible construir vínculos duraderos entre las personas”, afirmó.

 

Por medio de situaciones de la vida cotidiana, el arzobispo invitó a los fieles a reflexionar: En primer lugar, relatando una escena familiar, recordó que “la respuesta de Dios al pecado de los hombres, fue el nacimiento de su Hijo en la humildad de nuestra carne y, en continuidad, su pasión, muerte y resurrección. Jesús no se vengó de lo que le hicieron. La venganza no sirve para nada, es un espejismo que engaña, confunde y complica todo. La respuesta más eficaz y duradera al mal, es el bien; al odio, el amor; al desagradecimiento, la gratitud; a la ofensa, el perdón. En esto consistió la respuesta de Dios a la ingratitud de los hombres, tan profundamente testimoniada por la mujer que recibió y cuidó con amor a su desagradecido esposo”.

 

En segundo lugar, mediante un relato de amor incondicional de los padres hacia un hijo discapacitado, lo comparó con “la ternura de Dios, paciente y cercano a nosotros, que no cesa de amarnos”.

 

“Esos testimonios de amor extremo, que es el único verdadero, nos pueden ayudar a entender el nacimiento de Dios entre los hombres, relatado con una sencillez, realismo y profundidad que asombran: ‘Mientras se encontraban [José y María] en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue’”, citó.

 

En ese sentido, reflexionó: “Sólo alguien que confía hasta ese extremo se anima a arriesgar todo. Ese paso que realizó Dios para relacionarse con nosotros, revoluciona todos los vínculos humanos. Ese modo de acercarse nos enseña que la ternura y la paciencia son dos componentes esenciales e inseparables para fundar sobre bases sólidas el anhelado encuentro que buscamos los seres humanos”.

Finalmente, y recordando el texto de una publicidad, el prelado señaló: “Sos lo que regalás”, y consideró que “si esa frase se la aplicáramos a Dios, nos encontraríamos con un Dios genial y, aprenderíamos de Él que el mejor regalo es darse a sí mismo, sin esperar nada a cambio. En esto consiste el amor cristiano y la promesa de felicidad que leemos en las Bienaventuranzas”.

 

“Pero una sociedad fundada en el consumo, te engaña comparándote con cosas: cuánto más caro, más original, y generalmente innecesario, es el regalo objeto, sos más o sos menos, depende de lo que regalás” advirtió. “El hermoso y profundo misterio de la Navidad nos devuelve a lo esencial y lo que más importa en la vida: Dios y el prójimo. Dos grandes horizontes que se alcanzan por el camino sencillo y humilde de estar cerca, escuchar y acompañar”, aseguró.

 

“La pareja varón mujer, su natural tendencia a fundar la familia y, de un modo especial cuando es vivida como matrimonio cristiano, es el lugar privilegiado, insustituible y urgente hacia donde debemos dirigir los mayores esfuerzos para cuidarla y sostenerla, a fin de que sea una verdadera escuela donde experimentar el amor que contiene, ilumina y siembra esperanza. La fuente segura y luminosa para ello es Jesús, que asumió nuestra carne pecadora y la transformó en la cruz, dándonos una esperanza segura de vida y vida en abundancia, esa que todos anhelamos ansiosamente y tanto nos cuesta alcanzar”, subrayó.

 

“Que la Navidad de este año nos lleve en dos direcciones, que siempre confluyen: la primera, hacia Dios que se hizo pequeño, cercano, tierno y paciente con nosotros; y la segunda, hacia los que más sufren, a los que no cuentan a los ojos de los demás y la sociedad desprecia y descarta. Hagamos gestos concretos de cercanía, ternura y paciencia hacia los que menos tienen, y compartamos con ellos lo que somos, en primer lugar, y también lo que tenemos. Y que nuestra tiernísima Madre de Itatí nos acompañe en el camino de hacer realidad la revolución de la ternura”, deseó.+

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