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Las playas capitalinas como política de Estado para el disfrute de todos

Desde la Municipalidad instrumentaron numerosos servicios en los balnearios para el goce de los vecinos y turistas. La pandemia es la única razón para no ver las postales de años anteriores de llenos totales. Destacan que los bañistas aprendieron a convivir con las restricciones sanitarias.

 

El reloj no marca aún el mediodía y el termómetro indica que la temperatura ya supera los 30º. Es Corrientes. Es el verano. El calor es una fija, un dato certero de la estación. Los capitalinos y quienes llegaron a la ciudad con los permisos de vacaciones miran con agrado a las aguas del imponente Paraná. Y las playas, muy cuidadas por cierto, son una tentación al alcance de todos. Más allá de alguna polémica con grotesco interés político, los balnearios lucen espléndidos para el goce y disfrute de quienes así lo deseen. El único impedimento es el que impone la pandemia: los protocolos para evitar los contagios en este sector de espacio público tan hermoso.

Capital tiene habilitadas cinco playas: la Arazaty I y II, sobre la costanera Sur; las Malvinas I y II, sobre la Costanera Norte – ambas con el puente General Belgrano como fondo de la postal -, y la Molina Punta, en el sector Norte de la ciudad, balneario al que se accede por la remodelada calle Las Margaritas.

 

 

“El uso y el goce de las playas fueron la premisa y la política de Estado que ha tomado la gestión del Intendente (Eduardo Tassano) desde el primer momento. Hemos ampliado de cuatro a siete meses la temporada de playa… ahora comienza en octubre y termina a fines de abril”, analizó el secretario de Desarrollo Económico (tiene a su cargo Turismo) de Capital, Juan Maldonado Yonna.

 

Esta amplitud en el período de la temporada de playa significó mayores inversiones en una de las claves principales de disfrute de los capitalinos y de atracción para los turistas, ya sea en los recursos humanos (guardavidas, personal de Guardia Urbana) como en las erogaciones por mantenimiento y limpieza de los balnearios.

 

Es que las condiciones climáticas establecen un largo período de calor y Capital tiene todas las condiciones necesarias para sacarle provecho a sus bondades naturales. Por ello, la inversión en las playas es un dato, por cierto, muy positivo.

 

Si bien se han realizado numerosas mejoras en las playas públicas – como la construcción de rampas para el acceso sin inconvenientes de personas con discapacidad – quizá uno de los puntos principales pasó desapercibido: los baños ya no tienen más tanques sépticos para el depósito de los fluidos sino que están conectados a la red cloacal.

 

Hasta hace poco, cuando los tanques estaban con gran parte de su capacidad cubierta y hacía mucho calor, cierto hedor se sentía en las coquetas playas de la Arazatí. Hoy, ello ya no ocurre. Tampoco se contaminan las aguas cercanas. Luego de la inversión en dicha obra, todos los desperdicios van a la red de cloaca de la ciudad.
Además, son los titulares de los paradores de las playas los responsables de la limpieza de los baños públicos. Fue una de las condiciones para la extensión de los permisos, en algunos casos, o de la habilitación de los nuevos comercios que reemplazaron a los anteriores. De esta manera, se permite la extensión de los horarios de la utilización de los sanitarios por parte de bañistas y de los caminantes del paseo costero.

 

Un punto que generó polémica fue la habilitación de los paradores en las playas, principalmente en las de Arazatí, crítica generada desde el oportunismo político de quienes expusieron, por redes sociales y también en sedes judiciales (ver aparte), sus reproches.

 

Lo curioso es que las habilitaciones de tales paradores datan de 2009. En algunos casos son los mismos desde aquella época y otros reemplazaron a quienes usufructuaban el espacio público pero siempre con concesiones que impusieron condiciones de mejoras para los usuarios.

 

“Cada vez hay más servicios de mejor calidad. Pero también la oportunidad de encontrar opciones para quienes visitan las playas, tanto el turista como el vecino de Capital”, argumentó Maldonado Yonna.

 

En ese sentido, el funcionario recordó que si bien la Municipalidad cedió espacio de uso público para un determinado servicio, también trabaja ordenadamente con los vendedores ambulantes.
“Uno puede ver que las playas no son lugares de elite o que para consumir sea necesario concurrir a los paradores. Un vendedor ambulante ofrece productos de elaboración propia y también refrescos. Son competencia de los paradores. Es, simplemente, la posibilidad de brindar la mayor cantidad de servicios posibles”, analizó el funcionario municipal.

 

 

En pandemia
El trabajo en las playas capitalinas, desde el inicio de la actual temporada, fue muy particular. Es que la pandemia de COVID-19 impuso protocolos específicos para evitar la propagación de una enfermedad que jaquea al planeta.

En años anteriores, las postales de las playas capitalinas evidenciaban miles de almas disfrutando de la arena y apaciguando el calor en las aguas del río Paraná. Esas imágenes, por culpa del coronavirus, no se repitieron esta temporada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diarioepoca.com

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