Los cambios que planea Sampaoli para el partido ante Croacia
El sol quema por primera vez desde que la selección llegó a esta ciudad. Jorge Sampaoli elige una visera blanca para cubrirse de los rayos y dirigir la práctica al filo del mediodía del domingo, mientras su cuerpo se acomoda todavía a la agria sensación de haber empezado el Mundial con un empate inesperado.
¿Cómo tramitar el después de la decepción provocada por el 1-1 en Moscú?
El hombre protagoniza una escena mínima, una curiosidad que las cámaras de TV transmiten en vivo aunque en la Argentina no haya amanecido: prueba una y otra vez, sin éxito, darle arranque al cochecito de golf en el que había llegado a la cancha principal del Bronnitsy Training Centre; una métafora del momento que su equipo transita en estas horas. En un rato volverá a subirse al vehículo para recorrer los 200 metros hasta la concentración, invitado por un olorcito argentino: habrá asado. La comida, planeada durante la semana para toda la delegación, invita también a empezar a cambiar las caras de preocupación.
«Ya pasó, dimos vuelta la página», dirán desde el staff técnico cuando caiga la noche, algo que en esta época no ocurre antes de las 22. Entre un momento y otro, además del entrenamiento y el asado habrá pasado también una tarde diferente, dominado por el festejo del día del padre, una tradición argentina que se trasladó a 17 mil kilómetros. Una cita ya agendada, al cabo, que sirvió para que los jugadores se descomprimieran. ¿Todos? Una excepción fue Messi. El capitán evitó bajar de la habitación 221, que comparte con Agüero, a pesar de que en la planta baja la mayoría compartía una merienda especial. La decisión del capitán obedeció en parte a que esta vez no estaban Thiago, Mateo y Ciro, sus hijos (tampoco Antonela, su mujer, ni Jorge, su papá). Apaciguaba en soledad el impacto del penal que falló e hizo famoso al islandés Hannes Halldorsson: nada que no pueda disiparse en los días que falten hasta el jueves.
Ahí andaban entonces los Di María, en un sector de la concentración equipado con juegos infantiles, mesas de ping pong y amplios sillones: Ángel, su mujer y sus dos hijas, Mía y Pía; igual que los Salvio: Eduardo, su esposa y Cloe y Valentín, que llegaron con los regalos. ¿Los Caballero? Presentes, también, para saludar a Willy. Como el papá y los hermanos de Cristian Pavón, el hijo de Kun Agüero… Todos esos familiares habían estado el sábado en el estadio del Spartak, tragándose la misma amargura que los que jugaban el partido. Solamente Messi, Mascherano y Guzmán no recibieron visitas durante el domingo, que terminó con un guiño que le hicieron otras potencias a la Argentina: la derrota de Alemania y el empate de Brasil dieron la pauta de que el Mundial no empezó fácil para casi nadie.
Desde el entrenamiento de esta tarde, el plantel transitará tres días de trabajo con una obligación por delante: vencer a Croacia. Ahora, el margen de error para Messi y compañía se achicó considerablemente, por lo que ganarle al equipo europeo en Nizhni Nóvgorod asoma imperioso. El análisis que Sampaoli comparte con sus colaboradores se centra en la necesidad de cambiar, algo que estaba pautado incluso si la selección hubiese construido una goleada ante Islandia. La mañana del lunes se consumirá entre conjeturas, videos y decisiones: la intención es probar durante la tarde la formación que quieren sea la titular. Que ingrese Gabriel Mercado al equipo, por ejemplo, estaba en los planes: Croacia utiliza las bandas con Ivan Perisic y Ante Rebic -que pueden intercambiar posiciones-, así que la titularidad del defensor de Sevilla parece muy probable. ¿Aun a costa de la salida de Salvio, uno de los pocos que conformó a Sampaolí? Una manera en que el jugador de Benfica podría mantenerse es como volante, aunque para eso debería desplazar a Maximiliano Meza: difícil. O que Mercado juegue como segundo marcador central en lugar de Rojo, una variante para combatir el juego aéreo de Mandzukic, el compañero de Higuaín en Juventus.
Dos pesos pesados en problemas
Dentro de los cambios que se vienen, el del esquema es el más obvio, porque encierra el error más grande de Sampaoli en el debut: se romperá el eje Mascherano-Biglia, tal como ocurrió durante el segundo tiempo en Moscú. «Hay que correr, correr y correr», apuntan desde el cuerpo técnico, con la certeza de que el tipo de rival es muy diferente a la rocosa selección islandesa. Si en Moscú no hubo discusión por la pelota, ahora la habrá: a Modric y Rakitic les gusta tenerla, así que la estrategia será colocar por Biglia a alguien que tenga más manejo y pase hacia adelante. En esa idea encajan los interiores que el técnico dejó afuera de entrada: Éver Banega, Giovani Lo Celso y Enzo Pérez. Entre los dos primeros está la pelea, ya que el mediocampista de River -se sumó al grupo hace una semana- viene un paso atrás. Banega es más posicional, Lo Celso tiene más recorrido en ambos sentidos; Banega se entiende bien con Messi -fue el que mejor lo conectó el sábado-, Lo Celso tiene mejor perfil para «correr, correr y correr». Como sea, el dibujo táctico argentino poblará la zona central del campo, donde se cocinará el partido.
«¡Bien, Cristian, bien!», gritaba ayer Sampaoli mientras los suplentes del sábado hacían correr la pelota en un ejercicio en espacios reducidos, que constaba de jugar a un toque. Pavón, justamente, puede coprotagonizar la novedad más ruidosa en la formación: si ingresa, algo muy probable, saldrá del equipo Di María, al que el técnico considera el «segundo mejor» del plantel. El propio jugador del Paris Sain Germain lleva tiempo sospechando que puede perder el puesto, una intuición a la que le dio argumentos con su muy flojo desempeño ante Islandia. Y Pavón, desequilibrante en los mano a mano que les propuso a los defensores en los 15 minutos que jugó, parece listo para dar el salto. El chico de Boca, además, sería útil para un diseño que propiciará idas y vueltas a lo largo de toda la banda, algo que conoce bien de su club. Y lo haría por izquierda, el sector que prefiere.
Más pronto de lo imaginado, la selección afrontará en la Copa un partido que tiene dos direcciones en su final: encarrilar la clasificación a octavos o dejarla realmente muy comprometida antes del cruce ante Nigeria, el de la última fecha del Grupo D. Se arranca de la certeza de que ningún desenlace podrá ser bueno sin la obligada participación estelar de Messi; pero también se respira en el ambiente bronnitsiano que la hora reclama que los demás den el demorado paso al frente. Que el 10 no tenga que jugar siempre de Superman, esa es la cuestión… Nada nuevo bajo este sol que preanuncia la inminencia del verano ruso, aunque las nubes no despejen el camino de la selección.