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Tiempos adversos para los productores de yerba mate

El INYM advirtió que trabajan por debajo del costo de producción.

La yerba mate, símbolo de identidad y sustento económico para miles de familias del litoral argentino, atraviesa uno de sus momentos más críticos. Así lo advirtió Nelson Dalcolmo, representante del Instituto Nacional de la Yerba Mate (Inym), en una entrevista con el programa radial. El panorama es alarmante: los pequeños productores ya no logran cubrir sus costos de producción y muchos se ven obligados a abandonar sus tierras.

 

«La situación es más complicada que nunca. Se derogaron resoluciones clave para el sector, como la que limitaba nuevas plantaciones, y no hay señales claras del Gobierno para regular el mercado», denunció.

La referencia apunta directamente a la eliminación de normativas como la resolución 702/13, y al vaciamiento institucional del Inym, que aún no tiene presidente designado, imposibilitando la fijación oficial de precios.

La falta de regulación, lejos de favorecer a los productores, los empuja a un sistema dominado por un puñado de grandes empresas.

«Somos 13.500 productores contra no más de 10 grandes firmas que concentran el grueso del mercado. No se trata de un mercado libre; es un oligopolio», señaló.

En esa línea, agregó que experiencias anteriores, como la desregulación de los años ‘90, ya dejaron una herida profunda en la historia del sector.

Mientras el consumo interno de yerba mate no ha disminuido, los ingresos de los productores caen día a día.

«Hoy se trabaja por debajo del costo de producción. En ningún lugar del mundo una actividad puede sostenerse en esas condiciones. Muchos dejan la actividad, pero lo más doloroso es que en algunos casos abandonan la chacra. Y con ellos se va toda una vida de esfuerzo familiar», aseguró.

Detrás de cada productor hay una familia, y detrás de cada chacra una historia. Las consecuencias de esta crisis no se limitan al plano económico.

«Estamos hablando de un problema social. Del desarraigo, del éxodo rural. Familias que se ven obligadas a migrar al conurbano, a engrosar los cinturones de la pobreza urbana», lamentó, recordando las secuelas de la desregulación de la década del noventa.

Los jóvenes no son ajenos a este golpe. Muchos dejaron sus estudios universitarios porque sus familias ya no pueden sostener los costos.

«Por eso digo que esto es más que económico. Es una problemática social. El productor yerbatero es una joya que hay que cuidar. Sabe sobrevivir, pero eso no justifica que tenga que vivir en la marginalidad», cerró con firmeza.

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