Misa de Francisco ante 600.000 personas en Timor Oriental, casi la mitad de su población
Unas 600.000 personas asistieron este martes, bajo un calor sofocante, a una misa de dos horas del papa Francisco en Dili, la capital de Timor Oriental, uno de los momentos culminantes de su maratónica gira por Asia-Pacífico.
Francisco, de 87 años, desmintió todos los pronósticos y temores por su salud durante la ceremonia que se celebró en una enorme explanada polvorienta en la periferia de Dili, sin que pareciera afectarle la sensación de calor extremo ni la humedad.
Después de la misa, el jesuita argentino se dio incluso un baño de masas de 20 minutos a bordo del papamóvil para bendecir a la multitud entre aclamaciones y en medio de una ráfaga de flashes de teléfonos móviles.
Unas 600.000 personas asistieron a la misa en la explanada y las calles aledañas, el equivalente de casi la mitad de la población de este país de 1,3 millones de habitantes, indicó en un comunicado el Vaticano, citando una estimación de las autoridades locales.
«Estoy muy contento, siento una emoción que nunca antes había sentido. Siento que Cristo está en mi corazón», dijo José da Costa Guterres, de 49 años, que acudió a la misa con muletas debido a un accidente reciente.
Decenas de miles de fieles llegaron al amanecer, con paraguas con los colores amarillo y blanco del Vaticano para protegerse del inclemente sol y asistir a la celebración que arrancó a las 16H30 (07H30 GMT).
«Es como si tuviéramos un nuevo impulso para nuestras vidas, para el pueblo de Timor Oriental, para la paz», dijo a la AFP Natercia do Menino Jesus Soares, de 33 años, que llevaba una gorra, una camiseta y un pañuelo con la imagen del Papa.
Este pequeño país es la tercera parada del pontífice en su larga gira de 12 días que empezó en Indonesia y Papúa Nueva Guinea y culminará en Singapur.
«Cocodrilos»
Al final de la ceremonia, el papa se refirió a los cocodrilos para improvisar una metáfora sobre la necesidad de no ceder a las malas influencias.
«Tengan cuidado con los cocodrilos que quieren cambiar su cultura, su historia» y «que muerden mucho», dijo Francisco.
Desde su llegada a Timor Oriental el lunes, multitudes se congregan en las calles para saludar al convoy del papa, gritando y ondeando banderas en un ambiente eufórico.
Este júbilo generalizado refleja el entusiasmo generado por la visita del papa en este país con un 98% de población católica, donde la gente se sube a tejados y postes para recibir una bendición o ver de lejos a Francisco.
En Dili, el retrato del jesuita argentino está por todas partes, en autos, vallas publicitarias, ropa y escaparates.
En un discurso en la catedral de Dili el martes por la mañana, el pontífice pidió a los creyentes que difundan «el perfume del Evangelio» contra el alcoholismo, la violencia y la falta de respeto a las mujeres.
El resto de la agenda del papa para el martes incluye reuniones con jesuitas y con niños con discapacidades.
Críticas al costo de la visita
Es solo la segunda vez que un papa acude a este pequeño país después de Juan Pablo II.
«Es un orgullo para nosotros. Es una bendición de Dios para nosotros, para la gente de esta tierra», dijo Atanasio Sarmento de Sousa, miembro del comité organizador de la visita de Francisco.
En su primer día en Timor Oriental se dirigió a las autoridades para celebrar el periodo de «paz y libertad» en el país tras su independencia en 2002, pero les urgió a prevenir los abusos contra los jóvenes que han causado escándalos de pederastia en la Iglesia local.
La historia de la nación más joven del sudeste asiático estuvo marcada por siglos de colonización portuguesa, casi 25 años de ocupación indonesia (diciembre 1975-octubre 1999) y un referéndum de independencia respaldado por la ONU.
El país se independizó formalmente en 2002, saliendo de una brutal ocupación indonesia que dejó más de 200.000 muertos.
La incipiente democracia es también una de las naciones del mundo que, sin embargo, se gastó 12 millones de dólares para renovar su capital antes de la visita de papa, uno de ellos destinado al altar en el que se sentó el pontífice.
Este coste ha provocado algunas críticas en Timor Oriental, donde grupos de activistas también denunciaron que se derrumbaron algunas casas en la zona donde se celebrará la misa. El gobierno rebatió que fueron construidas ilegalmente.
Las autoridades también desalojaron los vendedores ambulantes y a las personas sin hogar de las zonas por las que debía pasar Francisco.
«Vinieron a requisar los productos que vendemos e inmediatamente usaron la violencia contra nosotros», explicó Januario Soares, que vendía ropa de segunda mano en la calle.