Adiós a Urbina, el primer capitán del profesionalismo

Los amantes del fútbol correntino sintieron cortar de golpe el fin de semana largo. La noticia del fallecimiento de Oscar Alfredo Urbina produjo muecas tristes y rescató recuerdos de sus años más gloriosos en Deportivo Mandiyú.
«Cepillo» murió ayer a los 62 años y, como en sus más de cien partidos en Deportivo Mandiyú, peleó hasta los últimos momentos contra una maldita enfermedad.
Si bien vistió otras camisetas (la de Huracán y Boca Unidos), Oscar siempre será recordado por aquellos años en Mandiyú en el Nacional «B» y los primeros en la «A». Jugó más de 90 partidos en cuatro temporadas y alternó la cinta de capitán con «Peco» Sosa, Altamirano, Quiroga y Barrios.
Hasta mediados de los 80, el fútbol correntino contaba figuritas de un álbum amateur, pero llegó la chance nacional de Mandiyú y la apuesta del club por jugar en las principales categorías que marcaron a fuego el cambio de mentalidad.
Llegó Juan Manuel Guerra y su primer capitán fue Urbina. El defensor lateral correntino (que jugó varios partidos en la zaga central) se hizo cargo de un grupo de deportistas en sus primeros pasos en el profesionalismo. Defensor de estatura media, pero con buen juego aéreo; esa presencia en la marca que lo llevó a sostenerse por varios años en la defensa «algodonera».
Un equipo campeón que necesitó del tiempo necesario para ver los resultados en la cancha. Un plantel con muchas cábalas. Y en eso, el capitán Urbina llevaba la cinta con respeto.
Oscar fue clave para mantener ese espíritu de fábrica en los correntinos del plantel, pero ahora con orden y responsabilidades profesionales.
«Siempre me acuerdo del primer día que Adidas nos mandó la ropa. Uno de los primeros entrenamientos y llovía. No sabíamos usar esa ropa. Con Barrios nos pusimos a repartirla y salíamos hasta con buzo y campera a entrenar. Andábamos en puntas de pie en el barro hasta que Don Guerra paró la práctica y nos exigió un poco más de actitud y que la ropa era para mancharla de barro», siempre recordaba el propio capitán en una de las tantas anécdotas.
Por eso dejó un legado. Con el tiempo se reconocerá más aquellas gestas y el trabajo de un líder que encontró la forma de dejar el barrio y fijarse objetivos en el fútbol de grandes.
También recordaba Oscar sus intervenciones en las oficinas textiles. «Era el encargado de ir a charlar los premios con Don Seferián, no digo pelear porque no le gustaba esa palabra. Recuerdo una vez que llevaba lo que el plantel quería arreglar de premios antes de un partido con Boca Juniors y Don Seferián me lo duplicó. Muchos me decían que era el capitán por esa relación que tenía con él».
Fueron años en los que Luis Ramos y Oscar Manis junto a Urbina llevaban a todos lados la imagen de la Virgen de Itatí. Le prendían velas en los vestuarios y la cuidaban como a una verdadera madre. Fue parte de los logros deportivos.
Y no hubo partido. Ninguna cancha pudo escapar del culto que tenía Oscar cada vez que entraba al campo de juego: pisaba la línea de cal con la pierna derecha.
Tras su retiro del fútbol, «Cepillo» fue comerciante. Sus últimos años lo tuvieron en la formación de futbolistas en categorías menores de Boca Unidos y últimamente como trabajador en el Poder Judicial de Corrientes donde también daba indicaciones a los equipos de fútbol.
Se fue así, como vivió dentro y fuera de una cancha, luchando cada partido y dejando hasta el último aliento.



