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El correntino Juan Gauto, una dura infancia hasta su presente ideal

Se trata de una de las figuras de Huracán y en una exclusiva con ESPN entró en detalles sobre lo complejo que fue su camino hasta debutar profesionalmente con el elenco de Parque Patricios. «Comíamos arriba de una caja de manzanas», contó.

El correntino Juan Gauto fue una de las mejores apariciones dentro de todo el fútbol argentino en la primera mitad del año, producto de sus grandes actuaciones con Huracán, que le valieron la convocatoria a la Selección Argentina para disputar el Mundial Sub-20. En vísperas del inicio de la Copa de la Liga Profesional 2023, la joya del Globo detalló cómo fue su dura infancia en Perito Moreno (Santa Cruz) y su arribo a la pensión del club de Parque Patricios con tan solo 11 años.

 

«Yo nací en Corrientes y cuando tenía dos años mi mamá se fue a Santa Cruz a buscar trabajo y yo me quedé con mi abuela y mis hermanos. Lamentablemente, mi abuela falleció y -como era chiquitito- mi mamá me llevó al sur. Después, al año fuimos a buscar a mis hermanos. Desde muy chico pasé cosas con mi familia. Cuando llegué al sur comíamos en una caja de manzanas con mi mamá, dormíamos en un colchón en el piso, solamente con mi mamá en el piso y hacía frío en el sur, no teníamos nada. Mi familia iba mucho a la iglesia y la gente de ahí me daba ropa. La gente de allá está muy orgullosa de mí porque sabe lo que pasé», inició el atacante de 19 años, en diálogo con ESPN.

Desde temprana edad mostró su maestría con la pelota y logró, a sus 11 años, formar parte de la estructura de Huracán, aunque eso le significó dejar a su familia y empezar a vivir en la pensión. «Empecé en la pensión a los 11, al principio me costó muchísimo. Yo era de infantiles, pre-novena, y la pensión era a partir de juveniles. Gracias a Dios, la gente habló, me vieron condiciones y me dejaron. Era difícil porque yo no sabía lo que era estar lejos de la familia».

 

Gauto pasó siete años en la pensión, hasta que pudo mudarse y encontró compañía en una perra que se topó de camino a la sede del club, motivo por el cual no dudó en bautizarla «Globita». «Mi perrita se llama Globita, la encontré en la calle. Fue un 25 de mayo, fuimos con todos en la pensión a la sede a comer locro y apareció. Yo pensé que era un perrito y lo iba a llamar Globito, después vi que era perra y quedó Globita. Pregunté por preguntar (a la gente de la pensión), porque esperaba que me digan que no, y me dejaron tenerla. Estos dos años estuvo conmigo, me ayudó muchísimo», cerró.

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